La Antártida, durante el Cretácico, era un continente muy diferente al que conocemos hoy. Situado en una posición más cercana al polo sur, su clima era más templado gracias a un efecto invernadero global, lo que permitía la existencia de bosques densos y una fauna diversa. Entre las especies que habitaban este ecosistema se incluyen dinosaurios, reptiles marinos, aves primitivas y una rica variedad de invertebrados marinos.
Sin embargo, el impacto de un gran asteroide en la región de Chicxulub, en lo que hoy es México, y las erupciones volcánicas masivas en la meseta del Decán (India), causaron cambios drásticos en el clima y en los niveles de oxígeno en los océanos. Estas alteraciones afectaron tanto a las especies de las regiones tropicales como a aquellas que vivían en los polos, desafiando la hipótesis de que las áreas más australes podrían haber servido como refugios climáticos.
El estudio se basa en fósiles recolectados en sitios clave, como la Isla James Ross y la Península Antártica. Los especímenes incluyen:
Los investigadores han encontrado una marcada disminución en la diversidad de estas especies justo en el límite K-T. Este patrón se correlaciona con datos similares observados en otros continentes, lo que sugiere que las condiciones generadas por el impacto y el vulcanismo fueron suficientemente severas como para afectar incluso a las especies adaptadas a los extremos climáticos.
El evento de extinción masiva produjo efectos que se sintieron a nivel global:
Invierno de impacto: El polvo y los aerosoles generados por el impacto bloquearon la luz solar, reduciendo drásticamente las temperaturas incluso en regiones templadas como la Antártida.
Acidificación oceánica: Los océanos polares, considerados más vulnerables, experimentaron cambios en su pH debido al aumento del dióxido de carbono en la atmósfera.
Colapso de la red trófica: Las especies antárticas dependían de ciclos estacionales de producción primaria. La interrupción de estos ciclos habría afectado gravemente a las cadenas alimenticias locales.
Previo al estudio, algunos científicos planteaban que los ecosistemas polares podrían haber actuado como refugios, debido a su resistencia a cambios estacionales extremos y a su aparente aislamiento de los impactos climáticos globales. Sin embargo, los nuevos datos sugieren lo contrario: las especies antárticas eran igualmente vulnerables a los cambios bruscos en la temperatura, la disponibilidad de alimentos y las condiciones del océano.
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